El globalismo es la ideología de la oligarquía financiara internacional o poder corporativo cuyo objetivo es instaurar un nuevo orden mundial bajo su control. Para ello necesariamente hay que doblegar el actual.

Esta ideología es antigua pero aceleró su implantación en los años 90 tras el fin de la guerra fría y desapareción de la contención político-ideológica que presentaba la Unión Soviética contra los planes del poder corporativo, capitaneado por EEUU.

Desde entonces en Europa desaparecen las diferencias ideológicas de izquierda, centro y derecha; se constituye un “partido único europeo” en el cual unos dicen que son de izquierdas, otros de centro y otros de derechas (socialdemócratas, liberales, conservadores democristianos, etc.) pero, en la práctica y salvo matices, responden a la defensa de los intereses de las grandes corporaciones y lobbies elitistas (complejo militar industrial, tecnológicas, farmacéuticas, entidades financieras globalistas, consorcios mediáticos, industria de Hollywood, etc.), lo que se manifiesta en: (Adrian Zelaia)

  • Neoliberalismo en el ámbito económico (intervención mínima del estado – privatización y desregulación).
  • Atlantismo y globalismo en el ámbito geopolítico (con la estrecha cooperación con el mundo anglosajón y preferencia de lo privado sobre lo público). 
  • Posmocapitalismo en el ámbito cultural (posmofeminismo, catastrofismo climático, manipulación de minorías sexuales, inmigración sin control, fomento del individualismo y destrucción y debilitamiento de las comunidades sociales en general (el movimiento woke forma parte).

Dentro del plan de dominio mundial hay que considerar el intento de debilitar a Rusia a través de Ucrania, algo similar a lo que hicieron con Alemania en los años 30 (por la situación de pánico de entonces ante el movimiento obrero y por la URSS). Después se iría sobre China.

Pero los planes no parecen haber ido según sus planes y el poder corporativo se siente preocupado ante: La reacción de la población, el agotamiento del modelo económico, la debilidad estructural de Europa y EEUU y, sobre todo, la amenaza de los países emergentes y en desarrollo.

No obstante estamos ante una oportunidad histórica especial. La construcción de un nuevo modelo que trabaje para el pueblo, en lugar de para el poder corporativo. El cambio vendrá inducido desde el exterior, concretamente con el impacto del avance de los países emergentes y la propia debilidad estructural de EEUU y de Europa.

Cabe esperar que dicho cambio se vaya produciendo a medio y largo plazo. Es importante contar con una base social alternativa, para que los procesos se conduzcan de acuerdo con los intereses de las personas y se gestionen lo más rápidamente posible, lo que requiere organizar y movilizar a los ciudadanos (constituir organizaciones que dependan de los ciudadanos).

Hay que contar con que la fuerte sensación de preocupación del poder corporativo puede llevar a respuestas furiosas intensas y fuera de control. No hay que descartar que la ira propicie actos agresivos (puestos a perder me llevo todo por delante). Es probable que se convierta en el principal problema de Trump. Parece bastante improbable que Trump permanezca fuera del control de la oligarquía financiera internacional. Lo iremos viendo.

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